El 20 de abril, llegamos a Guandacol, desde Calingasta, y nos hospedamos como siempre en el Hospedaje Don Antonio, donde Anabel y sus hijas nos solucionan cualquier necesidad que tenga el grupo.
Esa noche Guille mostró sus uñas de parrillero y disfrutamos de una velada relajada y amena.
A la mañana siguiente partimos para nuestra segunda travesía.
Trataríamos de encontrar la entrada a la Laguna del Cuerno desde el sur, siguiendo un viejo track violeta de los mapas de Viajeros4x4, que hasta ahora nadie había corroborado, y que el propio Eduardo Cinícola había dicho que dudaba que fuera para camionetas.
Salimos hacia el norte y bajamos al cauce del Arroyo Las Flechas.
Seguimos huellas que coincidían con el track, que atravesaban por algunos puestos, en algunas partes salimos del cauce y volvimos a entrar.
Pasamos por el puesto La Brea, y al llegar a una finca nos refugiamos a almorzar bajo la sombra de algunos árboles.
El almuerzo fue rápido, ya que la presencia de una invasión de jejenes nos obligaron a acortar la sobremesa.
Seguimos por la huella hasta el puesto La Aguadita, desde donde encararíamos al oeste, al sur de la quebrada de Mesada.
La llegada al puesto nos avisa de la posibilidad de pumas sueltos.
En el puesto La Aguadita, tenemos oportunidad de conversar con otro puestero que había llegado a herrar su caballo, y cuando lo interrogamos con respecto a nuestra intención de llegar a la Laguna del Cuerno por el sur, nos dice tan seguro como tajante..."No se puede"....
Nos explica que vamos a pasar el valle y nos vamos a montar al cauce del arroyo que sube al abra, pero que vamos a encontrar un angostamiento con grandes piedras, que apenas pasan los caballos y luego, más arriba el médano flojo.
Reconoce que hace unos años, bajando desde la laguna, pasaron dos motos, pero para el otro lado nadie ha ido.
A caballo y hasta lo blando del médano.
No es muy alentador, pero venimos a certificarlo por nuestras propias ruedas.
El paisaje es fantástico, una parte de piedras trabajadas por el agua y el viento, generando miles de formas imaginables para cada quien las vea.

Trepamos por La Quebrada de la Mesada y pasamos al otro lado, donde un hermoso valle se abre a nuestros ojos, y con la huella de los puesteros, bien marcada. Nos sumergimos en él.
Transitamos este valle por la huella existente que coincide con el track violeta de Viajeros4x4, y antes de llegar a la cadena de cerros de enfrente, nos encontramos con otro puesto.
El puestero, cuya casa tiene Direct TV y dientes muy bien cuidados, nos confirma lo dicho por los puesteros anteriores.
No hay manera de llegar a la laguna desde acá, el angostamiento de piedras y el médano arriba lo hace imposible y confirma que un par de motos pasaron bajando hace unos años.
Nosotros le agradecemos gentilmente la información y le confiamos nuestro interés en seguir adelante hasta donde podamos para realizar nuestra propia experiencia.
Su respuesta no fue lo que hubiéramos querido escuchar, nos dijo que esas tierras eran propiedad privada, que las huellas las hacían las mineras a cambio del trabajo de los puesteros y que si queríamos acampar más adelante, deberíamos de tener cuidado, ya que había otras gentes y no eran buenas.
Nos despedimos lo más amablemente que la situación lo permitía y seguimos por la huella hasta bajar a un cauce, del arroyo que enfilaba al abra, y armamos campamento en un plano que limpiamos de piedras con las palas.
Antes de que oscurezca, llega un puestero en moto, se acerca y conversamos. Este muchacho, andaba buscando unos veinte caballos que se le habían ido para el otro campo, y cuando lo pusimos al corriente de nuestras intenciones, sentenció el mismo resultado que los puesteros anteriores, la angostura por piedras grandes y el médano blando al final, hacían inviable nuestras intenciones.
Nos despedimos con apretón de manos y le deseamos suerte con los caballos, nosotros la necesitaríamos, para seguir adelante.
A la mañana siguiente, nos esperaba lo que creíamos, sería la fase final para llegar a la laguna.
Que inocentes de nuestra parte albergar semejante esperanza.
El terreno hablaría por sí solo.
Por la mañana, ya a las 10.30 am, estábamos en marcha, volvimos a la huella, salimos del cauce, seguimos unos 800 metros y se terminó la huella y hubo que volver a bajar al cauce, que parecía ya otro arroyo, mucho más hostil con grietas y piedras grandes por doquier.
Teníamos que empezar a caminar cada tramo, buscando las partes menos desfavorables para nuestras camionetas.
Cada avance era con logística, para ver por dónde y cómo acomodar con piedras o planchas para evitar los golpes.
El grupo se cruza con dos puesteros a caballo, bajaban del puesto a buscar algunos caballos y vacas que andaban pastando más allá, sorprendidos al escuchar de nuestras intenciones, repiten lo mismo que los anteriores. Las piedras grandes en la parte estrecha y lo flojo del médano más arriba. Recuerdan las motos que bajaron hace unos años pero sentencian, imposible en trepada.
Habíamos recorrido menos de 2 kilómetros y eran las 16.30h, teníamos que acampar pronto, antes que se escondiera el sol y decidir si seguíamos luchando otro día o regresábamos.
Para tener una perspectiva mayor de lo que nos esperaba más adelante, Tony y Pablo salen a caminar unos cientos de metros más, buscando el milagro de que se abra un poco el cauce de piedra.
Pero se encuentran con piedras más grandes por doquier, y una barrera de coirones antes de la angostura del arroyo, aquella famosa angostura en la que todos los puesteros coincidieron que las grandes piedras cerraban el paso casi hasta para los caballos.
El recuadro azul corresponde a la ubicación de la Laguna del Cuerno y el botón rojo, fue hasta donde llegamos.

Convencidos del "hasta aquí llegamos", el grupo se acomoda a un costado, un poco más plano para acampar.

Por la mañana, el valle nos deleita con un techo de nubes que galardona nuestras fotos.
Levantamos campamento e iniciamos la bajada, que si bien seguía minada de grandes piedras, ya sabíamos por dónde ir y en bajada era más fácil.
Así pudimos desandar lo que nos llevó todo un día en apenas dos horas.
Por fin salimos del lecho del arroyo, y a buen ritmo, ya por la huella de los puesteros, recorremos todo lo hecho un par de días atrás, sin inconvenientes, habiendo disfrutado de extraordinarios paisajes, y luchado cuanto pudimos por franquear una barrera de piedras que no es apta para nuestras camionetas. La conciencia tranquila que relevamos el track y tenemos nuestro veredicto: "sólo motos y desde la laguna bajando".
La última parte, antes de llegar a la ruta minera que llega a Guandacol, fue por el arroyo Las Tapias, un hermoso recorrido entre paredones de piedra y agua.