Antofagasta de La Sierra a Las Papas, pasando Salar de Incahuasi, Cerro Blanco. [Parte 1]. Pcia. de Catamarca

Esta travesía surge al no poder encontrar unas huellas mineras para bajar al sur del salar de Antofalla, desde el  salar de la Mina, y entrar desde el norte a las Lagunas del Peinado. Nuestra idea original era después de dejar ADLS, yendo por la Laguna Purulla, llegar a las Lagunas del Peinado, para luego pasando por la Laguna Amarga y del Cóndor, buscar la ruta 60, para tomar alojamiento en Fiambalá.

Conversando con David Bustos, dueño del Pucará en ADLS, hospedaje donde nos encontrábamos gran parte del grupo, nos comenta de estas huellas mineras, que nos llevarían hasta las lagunas ahorrando unos 60 km. La oferta era tentadora, y confiando en que podríamos encontrarlas, salimos a las 6.00 am de ADLS.

Los amigos en esta travesía fueron:

Walter, Claudia y familia.

Tony y Sandra.

Lando, Paula y familia.

Pablo, Andrea y familia.

Gerardo, Romina y familia.

Alberto, Paola y familia.

Mario.

Bajamos por el barreal Blanco y luego de pasar por el barreal Cortaderas, viramos al oeste en busca de la cordillera de Calalaste, para subirla hasta el abra a 4437 mts y descender al salar de La Mina, desde el cual, trepando otra vez al filo de los 4000, debíamos de encontrar las famosas huellas.

Ni bien abandonamos el Salar de La Mina comenzamos a buscar las huellas mineras.

El transitar salares, parece fácil cuando no hubo lluvias hace tiempo, pero así y todo sulen guardar "hermosas trampas" para los que se arriesgan a cruzarlos.

Acá Pablo se entierra hasta el zócalo, abajo de la capa de 20 cm de salar, hay agua, así que ponemos las planchas y Gerardo con el malacate la sube 5 cm arriba de la plancha, y ya en marcha atrás sale sola. Conclusiones, importantísimo llevar planchas para este tipo de travesías, camionetas con malacate y por allí, mejor no pasar.

Este es el track imaginado si hubiéramos encontrado las huellas.

Durante un par de horas, anduvimos recorriendo en expedición, hacia el sur, el oeste y volviendo un poco al este, con las camionetas, buscando las huellas que nos llevaran al escorial que se halla al sur y final del salar de Antofalla.

Desinflamos un poco porque la arena volcánica se ponía pesadita, y seguíamos buscando. El Volcán Peinado se dejaba ver y el escorial al que debíamos llegar para bajar al Salar de Antofalla y salir por él, también se apreciaba; pero siempre terminábamos ante cañadones insorteables.

Cerca de las 14.00 hs. en el filo a 4000 mts y con un cañadón imposible de pasar a nuestros pies, hicimos una parada para almorzar unas pizzas que habían amasado la noche anterior  Lando y las chicas.

Durante la comida vemos fotos de algunas familias y la vista que teníamos del lugar al que debíamos llegar, parecía tan cerca, pero no encontramos unas huellas viables para tirar las camionetas.

Este es el track de lo recorrido hasta ese momento.

Pablo propone bajar por el salar de Incahuasi, cruzar la caldera del Cerro Blanco, y después de cruzar los campos de arena, encarar a la cordillera de Sanbuenaventura, para pasando por el pueblo de Las Papas, llegar por el norte a Fiambalá.

El grupo lo analiza unos segundos y por radio llegan todos los “ok”, hagámoslo.

Volvimos a cruzar Calalaste, y después giraríamos al sur para el salar de Incahuasi.

Adelante de las camionetas, el Salar de Incahuasi
Adelante de las camionetas, el Salar de Incahuasi

Por momentos, dentro del salar, por momentos serpenteando por los costados, recorrimos los 20 km de extensión para entrar a un campo de piedra pomez que nos dejaría a la entrada de otro campo de arena con una bifurcación, hacia la derecha, para la laguna Purulla y más allá, las lagunas del Peinado, y hacia la izquierda, bordeando campos de arena, directo al sur, a la Caldera del Cerro Blanco.

Dada la hora, ya habíamos decidido, seguir a Fiambalá por Las Papas, así que encaramos para la Caldera.

Conforme avanzábamos, empezamos a ver una tormenta que entraba desde el oeste y que ya había tocado más al sur a la cordillera de Sanbuenaventura.

El ascenso a la Caldera del Cerro Blanco, fue como entrar a un paisaje lunar, poblado de rocas y cenizas volcánicas, el estar pasando por el gran hoyo que escupió todos los campos de piedra pomez de alrededor, inclusive los que están camino al Peñón, también ya visitados por este grupo días antes, no deja de ser un condimento impactante para el estado emocional del momento.

Atravesamos la Caldera cerca de las 17.00 hs, todavía nos quedaban unos 60 km hasta la rp 34 y seguramente tendríamos que parar en el pueblo de Las Papas a saludar a la tan amable Adela, hija del cacique Jaime, antes de seguir y vadear el río más de 70 veces, hasta llegar a la huella, solo iluminados por nuestras propias luces.

Después que Lando nos diera una lección de cómo atravesar un campo de arena, como si fuera por autopista, mientras nosotros rebotábamos en ese “oleaje de arena” de 70 cm de altura, encaramos todos juntos por la cordillera de Sanbuenaventura.

Entrando a la Caldera del Cerro Blanco
Entrando a la Caldera del Cerro Blanco
Dentro de La Caldera del Cerro Blanco
Dentro de La Caldera del Cerro Blanco
Campo de arena
Campo de arena

Conforme avanzábamos, empezamos a ver una tormenta que entraba desde el oeste y que ya había tocado más al sur la cordillera de Sanbuenaventura.

Nos preocupaba, que la lluvia aumentara el caudal de los ríos, entre ellos el Cortaderas, el Negro Muerto, el Sanbuenaventura y por supuesto, el río Papas, ya que la salida del pueblo se hace por el lecho del río la principal parte de los 20 km que lo separan de la huella que desemboca en la rp 34 que entra por Palo Blanco al norte de Fiambalá. 

No podemos decir, cuánto más conocemos, qué paisaje puede ser el más lindo, pero cualquiera que haya recorrido los precipicios de esta cordillera podrá asegurar sin duda, que es de los más bellos.

A poco más de la mitad del recorrido a Las Papas, empezó a llover, de a ratos poco, de a ratos, más. Abajo encajonado por las montañas de esta cordillera, el río Las Papas paulatinamente iba aumentando su caudal.

Finalmente, con las últimas luces del día llegamos al cruce del río para entrar al pueblo, y la cosa ya no auspiciaba poder seguir por mucho más tiempo. El cruce fue rápido, pero hubo un par de camionetas a las que el agua les pasó por arriba del capot y golpearon bastante contra las piedras, que ya con la fuerza de la corriente se desplazaban y se apilaban, cortando los cruces.

Nos recibió Adela y una comitiva de papeños, que enterados de nuestra intención de seguir hasta Palo Blanco, se opusieron rotundamente. Dijo Adela:   …." de ninguna manera se pueden ir ahora con la noche y el río en franca crecida”…….  “ Tendrán que dormir acá y mañana si baja el río, veremos “ ….

En pocos minutos, nos ubicaron para que dispusiéramos del comedor comunitario, para preparar algo de cenar. Mientras veíamos pasar familias de papeños con colchones que acomodaron en la salita sanitaria, vacía de todo elemento, solo un par de cuartos y un baño, para que pasáramos la noche.

Preparamos unas salchichas en la cocina que nos facilitaron en el comedor, y abrimos algunas latas con lo que improvisamos una cena, mientras nos pusimos de acuerdo en cómo íbamos a disponer del hospedaje.

Gerardo y familia, durmieron en La Cabra ( la Suzuki), y Mario, también lo hizo en su camioneta, Alberto y familia, en la casa de Adela, mientras el resto dividimos a los hombres en una habitación y las mujeres en la otra, 3 colchones al piso y a descansar bien para el siguiente día que se avecinaba.

Cerca de las 3.00 am, después de haber caído una lluvia torrencial y hasta algo de granizo, Lando siente que flota, primero cree que es el sueño y el cansancio, pero luego se da cuenta que estamos rodeados de agua y toda la ropa flotando.

¡Nos inundamos!,  grita, pero claro, nadie le presta atención porque Lando suele ser el “bromista” del grupo, pero ante la insistencia, a medida que logramos despegar los ojos, comprobamos con horror que esta vez era cierto, estábamos completamente inundados.

Ponemos a salvo las cosas que quedaron sobre los colchones, levantamos los mismos, ya totalmente llenos de agua y Tony con secador encara el arduo trabajo de desagotar la pieza de agua.

A todo esto algunas mujeres se despertaron y dan una mano con el secado del lugar, mientras tomamos unos mates y nos turnamos con el secador.

Para las 5.15 am el lugar era nuevamente habitable, así que apilados en los 2 únicos colchones secos que habían quedado, algunos buscan algo de descanso, mientras que Paula y Pablo se quedan manejando opciones….

A las 6.30 am Pablo se reúne con Adela y 3 papeños que venían de relevar la situación del río, y confirman plenamente que hasta que no pasen la “máquina” los de vialidad, es imposible salir por el río.

Ante la consulta de para cuándo estiman que pasará, la respuesta de Adela le afloja las piernas a Pablo, …” los primeros días de marzo, con suerte”….. y estábamos a 11 de febrero.

Después de meditar un rato en el baño, Pablo vuelve con Adela para consensuar un plan “B”, que les permitiera seguir su camino, y con los papeños, acordaron remontar otra vez la cordillera de Sanbuenaventura. Ellos irían “despejando” los derrumbes que la tormenta de la noche anterior habían ocasionado y ya en la salida, antes de bajar a los arenales, los muchachos volverían para el pueblo. A la lógica pregunta, de…” y pero cómo se vuelven “ …, la lógica respuesta de Adela, ….” Y caminando mi hijo, cómo se van a volver “ ….

Así, a medida que el grupo se fue levantando, nos reunimos en la salita, convertida la noche anterior de urgencia en hospedaje, y dejamos todo lo que teníamos enlatado y no perecedero en agradecimiento a la actitud de ese pueblo, que “ tienen poco ” y “ lo dan todo”. Con Adela ya nos conocíamos de julio del 2012, oportunidad  en que habíamos llevado donaciones, y aunque para esta ocasión no teníamos programado pasar, pudimos tener una atención con esta gente maravillosa.