Día 7: Antofallita- Las Quinuas- Antofagasta de la Sierra. 210KM

Esa mañana, la idea era salir bien temprano para poder almorzar en vega Las Quinuas con la familia Alancay y poder volver (previa visita al ermitaño Simón en vega Botijuela) por la Quebrada del Diablo, con buena luz de día, ya que en ocasiones anteriores nos ha tocado ya de noche, sin poder apreciar la belleza de ese paisaje en particular. Nos despedimos de Corina, que llevó su ganado a la montaña y nos preparamos para irnos.

Levantamos las bolsas de dormir, juntamos las cosas, y en un control de rutina, Lando encuentra la parrilla de suspensión quebrada.

Esto requirió del "ingenio" y habilidad manual de Walter, que recurriendo al famoso dicho Argentino de "...lo atamos con alambre....", luego del desarmado con la ayuda de Lando y el resto de los muchachos que buscábamos alambre hasta debajo de la tierra, "reparó" provisoriamente la parrilla de suspensión, como para seguir la marcha hasta poder soldarla o cambiarla.

Claro que también requirió de tiempo, y recién pudimos salir a las 12.30 hs, bordeando siempre el salar de Antofalla, ya con la idea de llegar hasta la vega Antofalla y parar a almorzar allí.

Dejamos Antofallita .

A pocos km nos llama la atención la gran cantidad de bloques de Mica.

Por momentos dejamos el salar y entramos en la montaña.

Desde lejos ya se divisa el nombre del pueblo en la ladera de la montaña, hecho con piedras y pintadas de blanco.

Después de recorrer casi 45km bordeando el Salar entramos al Pueblo.

En Antofalla viven 53 personas, y en la escuela hay 9 niños de los cuales 7 son hijos de la directora.

La maestra es hija de los Alancay, de vega Las Quinuas, y nosotros seríamos el "correo" que le llevaría un paquete de su hija.

Nos permitieron pasar al patio trasero de una casa (un sector de campo arbolado y con un afluente de agua que enfriaba nuestras bebidas), nos trajeron bancos y mesas para que pudiéramos estar más cómodos, rebanar el cordero y almorzar tranquilos.

El "cacique" Antonini, nos acompañó con una grata charla, y después algunos amigos, pudieron comprarle alguna de sus artesanías que preparan para vender en febrero en la feria de Antofagasta de La Sierra.

Después de un grato momento junto a gente tan bondadosa, nos despedimos con la promesa de volver algún día, a pasar la noche allí. 

Seguimos bordeando al sur el salar de Antofalla, ahora en busca de Los Ojos de Campo, unas "mini lagunas", o pozos que distan a pocos metros unos de otros, en el salar, pero que contienen aguas de tan variados colores, producto de las bacterias y micro organismos que viven en ellos.

Se nos iba la tarde y faltaban 130 km hasta Antofagasta de La Sierra, pasando por las 2 vegas.

Así  que seguimos hasta Las Quinuas, a entregar el paquete y visitar al matrimonio Alancay.

En la foto de abajo, se aprecia otro cono perfecto.

Siempre bordeando el salar de Antofalla, aparece la vega Las Quinuas, como un vergel en medio de tanta aridez.

La entrada a la vega, luego se sube por el paredón de la montaña.

Vamos llegando a la casa de los Alancay, nos reciben con tanta alegría que nos emociona el alma, tanta humildad y tanta riqueza junta, tienen tan poco, pero lo tienen todo, son completamente artífices de su propio destino. Don Alancay, ahora un poco dolorido de su rodilla, dice que ya no hace tanto....pero todo lo que vemos lo hizo él, con sus manos y madera. Supo fabricarse las herramientas que necesitó, para trabajar la vega, construir todo lo que nos rodeaba y hacerlo productivo. 

Catalina, su esposa, maneja la huerta, los animales, y ahora se debe ocupar del resto de las cosas que la rodilla de su marido no le permite realizar.

La energía de esta mujer solo es comparable con la felicidad de que la visiten y compartan, aunque sea por un rato, algo de su vida, de sus historias.

Cumpliendo con la entrega del paquete de su hija.

Con gran entusiasmo, Catalina y su marido nos enseñan su huerta y nos describen la enorme cantidad de variedades de comestibles que allí albergan.

El Taller de don Alancay, con gran orgullo nos muestra sus herramientas caseras.

El Taller del alma de la familia Alancay, adornado todavía de la última Navidad.

Los pibes 4x4, nunca dejan pasar la oportunidad de refrescarse en una corriente de agua, que en este caso, alimenta la vega.

Los muchachos con el matrimonio Alancay y Manchita, la heroína frente al puma.

Las chicas, con el matrimonio y Manchita.

Mientras recorremos el lugar, reparamos una cubierta de la camioneta de Pablo, que tuvo "el honor" de ser pinchada por una punta de flecha, según Catalina, de "Onas", tribus que supieron habitar la región hace muchos años. Recurriendo siempre a los tarugos "mágicos", en pocos minutos, Walter y Tony la dejan como nueva.

Estábamos atentos a los relatos del matrimonio, cuando el clima se enrareció y de pronto un ruido fuerte empezó a agitar los árboles y arrancar piedras del paredón rojo que protege la casa de los Alancay. Una fuerza hasta el momento invisible lo movía todo y producía un ruido que alarmó hasta a la propia Catalina, que rápidamente corrió a todos los chicos contra la pared, y levantando su pulgar hacia el torbellino de tierra que apareció y a la voz de...."Cruz...cruz...cruz...." lo siguió hasta que el mismo se desvaneció abajo, en la vega. Luego nos aclaró que era un tornado y que si agarra a una persona de menos de 50 kg, lo levanta por el aire. 

Por suerte no ocurrió y desde la seguridad de nuestro reparo, pudimos filmar parte del momento.

Nosotros, que habíamos estado en el 2012 en el Pucará de David Bustos en Antofagasta de La Sierra, habíamos escuchado de su boca el relato que Catalina y su cuñada, habían perseguido a un puma embravecido que les había matado 7 corderos, y ante la frase memorable e impresionante de ..."el enfrentamiento era inevitable".....salieron de noche, a lomo de mula acompañadas de "Manchita" una perrita de Catalina, a perseguir al puma y darle muerte.

Le recordamos el suceso y Catalina gustosa nos contó con detalles, como lo acorralaron y Manchita se tiró encima para sacarlo de la cueva y luego de rodar por las piedras, ellas le empezaron a arrojar piedras hasta que lo mataron. Luego le quitaron el cuero y se lo comieron.

El cuero está en lo de los Alancay.

El grupo devora con entusiasmo la confrontación de Catalina y el puma, relatada por ella misma.

De no haber tenido reservas en la Hostería Municipal de Antofagasta de La Sierra y reservado 400 litros de gasoil para las camionetas que ya llegaban boqueando por combustible, nos hubiéramos quedado a dormir allí.

Nadie quería irse, pero con la promesa de volver en otro momento y hacer noche allí, nos despedimos de esta hermosa gente, que puede con pocas palabras, corrernos todos los parámetros, quitarle toda importancia a lo que siempre consideramos que es lo importante, y dejarnos desnudos ante una verdad absoluta, indefensos, sin preparación, para el simple y sencillo hecho de "vivir la vida", ese pequeño lapso de tiempo del que disponemos, y tan frecuentemente, malgastamos.

Nos alejamos y nos llevamos con nosotros el recuerdo de la visita y de las historias .

El tornado se adelantaba a una tormenta y la tarde iba cayendo inexorablemente, por lo que tuvimos que tomar la triste decisión de pasar de largo la vega Botijuela, a la que íbamos a llegar por un hermoso camino dentro de la montaña. Ahora desde el salar, la vemos de lejos, y nos prometemos volver y estar un rato con Simón, su único habitante.

Cruzamos por una huella minera el salar de Antofalla y llegamos con las últimas luces y la tormenta que nos persigue a internarnos en la Quebrada del Diablo. Otra vez a oscuras, pero dejando expresado el deseo de volver en otra oportunidad para poderla ver de día.

Dos años atrás vimos estas huellas y hoy perduran; nos hace tomar conciencia de lo frágil que es el suelo de la Puna.

La noche se queda con los últimos destellos de luz , provocando los kilometros finales más lentos; el cansancio o tal vez la relajación por haber llegado a cumplir la primera etapa se suman a esto.

Llegamos cerca de las 22.00 hs a Antofagasta de La Sierra, parte del grupo se aloja en la Hostería Municipal, y parte se alojó en lo de Luisa, otro clásico de buena atención que solemos utilizar cuando estamos en la zona.

Todos con la gran necesidad de darnos un buen baño y luego encontrarnos para cenar juntos.

Al otro día tendríamos descanso, revisar las camionetas, tratar de solucionar las roturas, y relajarnos con una buena comida y "bebida" que haríamos en alguna parrilla prestada.

Habíamos cumplido con la 1º fase de esta ambiciosa travesía, 7 días, 1380 km recorridos, entre Volcanes y Salares, a pura adrenalina, conociendo gente maravillosa y paisajes increíbles; que nos dejan algo más que una cara conocida o un lugar para recordar; nos embellecen el alma, nos enriquecen el espíritu, y nos hacen crecer como personas.

 

                                                                                Amigos4x4offroad